Caperucita roja nació para advertir a jovencitas inocentes y cándidas de los peligros de la vida. Pero en escribientes.com hemos querido darle una vuelta al cuento lanzándole un aviso a los antagonistas de esta historia: los lobos inoportunos.
En la tradición oral, Caperucita roja era una historia cruel con claros rasgos sexuales, una metáfora de la pérdida de la inocencia y de sus consecuencias. El cazador no aparece como héroe hasta el siglo XIX, así que en todas las versiones anteriores… no hay quien libre a Caperucita de las fauces del lobo.
Además de este destino trágico para Caperucita, la tradición oral incluía un pasaje en el que el lobo, antes de devorar a la niña, le invita a comer unos filetes de carne y sangre –como si este se tratara de vino– que pertenecían a la abuelita de Caperucita, previamente descuartizada por el lobo.
En 1697, Perrault esquivó la antropofagia, pero dejó sutiles pinceladas de erotismo: muestra de ello es el pasaje en el que el lobo, ya disfrazado de abuelita, invita a Caperucita a desnudarse y a meterse en la cama con él. Además, Perrault incluiría por primera vez la moraleja, en la que condensaba las advertencias de los cuentos de la tradición oral:
Aquí vemos que en la adolescencia,
en especial las señoritas
bien hechas, amables y bonitas
no deben a cualquiera oír con
complaciencia,
y no resulta causa de extrañeza
ver que muchas del lobo son la presa.
Y digo el lobo, pues bajo su envoltura
no todos son de igual calaña:
Los hay con no poca maña, silenciosos, sin odio ni amargura,
que en secreto, pacientes, con dulzura
van a la siga de las damiselas
hasta las casas y las callejuelas;
mas, bien sabemos que los zalameros
entre todos los lobos ¡ay! son los más
fieros
A los hermanos Grimm les debemos la versión más edulcorada y con final feliz que ha trascendido hasta nuestros días. En 1812 incorporan al personaje masculino (un leñador o un cazador, según la traducción que se lea) que salva a Caperucita y a su abuela abriendo el vientre del lobo mientras éste dormía.